La niña Isabel tan solo había vivido alrededor de un tercio de su vida; incluso así, acabó descabezada entre épocas sumamente enfrentadas. Hasta sus veintitrés años, sonreía llena de inocencia. Subiendo hacia los treinta, gozó una felicidad plena.
Durante los tres siguientes años, se embadurnó hasta hincharse de lujuria. Y después, caminando por el sendero de los treinta y tres, aborreció su desdichada vida, quemó sus ilusiones y se deslizó por la ladera sur del suicidio.
A ese primer tramo de su vida, moviéndose entre estrellas brillantes y agujeros negros, lo bautizó como MI PIEL.

La nueva Jezabel de la presente etapa vive y sufre sinsabores en forma implacable, sin más apoyo que su amiga Luz y su propia soledad. Deambulando por sus explosivos treinta y tres años, recibe, por su cara bonita, la propuesta de una herencia multimillonaria y envenenada de un tal Villasevil. Las Seis Condiciones impuestas por su benefactor ponen a prueba su aguante, inteligencia y capacidad personal durante los siguientes seis años. Cuando ella alcanza los intensos cuarenta aniversarios, sobrada de dinero y agotada emocionalmente, le devuelve al satélite Culto su destino y se refugia en la humildad de Mourazos, su pueblo preferido.
A este segundo tramo de su vida, vivido entre zancadillas, máscaras, lujuria y poder, lo tituló como LAS SEIS CONDICIONES.

Transcurriendo por esa etapa de Las Seis Condiciones, Jezabel se libera del yugo opresor y decide renunciar a su sexo. Nunca más sexo, se juró. Una tarde enferma de sinceridad y rompe todos sus silencios. Desnuda su pasado, se arranca su piel a tiras y libera su mente de los coágulos de sangre formados por los pecados de fingir y de mentir anteriormente cometidos, poniéndole verdad y hechos reales a la historia de su vida ciertamente manipulada. Ahora, vaciados sus pecados sexuales, su alma se serenó y descansa.